martes, 6 de septiembre de 2011

Capitulo Cuatro.

Tercer día, sin sus besos, sus palabras, la intensidad de su mirada. Yo nunca quise esto, yo quería un chico, solo uno, que me mereciera, que no me hiciera dudar de mi etiqueta de persona cuando su día se vuelve contra él. Pero que no sé pasara de entregado, que me dejara los sábados para tener vida social, pero que alguno de ellos me sorprendiera con un plan de champange y una habitación en el hotel más cutre de toda la cuidad. Que se molestara si algún baboso me gritará pero que no me prohibiera tener amigos. Tenía, sin quererlo los dos extremos. Guille era lo más descuidado del mundo, a veces no se acordaba de que yo existía, pero en cuanto le mostraba indiferencia por sus actos, se volvía literalmente loco. Roberto… Roberto se pasaba del novio perfecto. Sabía de sobras el nombre que tenía escrito mi corazón, pero también sabía que mi razón estaba tomando un poder sobrenatural. Me cansé, me puse los primeros vaqueros que encontré, mi camiseta favorita, y las converse blancas. Hace calor. El bono de bus, y partí hacia la casa del dueño de mi corazón. El aleatorio de mi reproductor de música me odia, suena “Eres mi religión” de Maná. Ya no puedo hacer nada, me embargan miles de recuerdos que hacen que esté aun más segura de mi decisión. Destino, sus brazos.
Inevitable es el paso por la puerta de la cocina.
-Chau mamá. Vengo para comer.
-Irene, ¿ a donde vas?- Se escucha la puerta cerrarse.- ¡¡Irene!!, me cago en la niña.

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