jueves, 1 de septiembre de 2011

Capitulo Dos.

Se sienta en el sofá. Recorre su mente empujado por todos los mensajes de su bandeja de entrada, las notas que corrían debajo de los pupitres, y sus miles de te quieros en el libro de inglés. La amistad supo enmascarar un amor secreto, cinco meses haciendo creer a Helena, él cuarto corazón, que solo la besaba a ella. Pero cuando Irene quería parar el tiempo sabía hacerlo. A veces piensa en Helena, era buena con él, lo quería, mucho, muchísimo. Él le rompió el corazón sin ninguna piedad. Lo miraba de esa manera diferente, le entregaba todo con solo mirarlo y él nunca supo responderle con el mismo amor. Tres de mayo, aun recuerda como entre lágrimas Helena perdono aquella traición, suplicándole que no la volviera a ver. No sé lo merecía, no quería hacerle daño. Pero el amor es como la mala hierba. No se planta a gusto de cada uno, nace donde le place.

Han sido casi tres años, poco llevaderos. Solo quería amarlo y el no supo darle lo que ella siempre quiso. Rober lo tenía todo. Sabía cómo tratarla, estaba atento, la besaba despacio y nunca intento algo más. La defendía ante todo, y le molestaba que la miraran. Desde que Helena se fuera, no había vuelto a mirar a otra. Le entregaba una fidelidad que ella no merecía. Quería darle más. Buscaba en su cabeza la necesidad de tenerlo cuando estaba lejos, intento millones de veces echarlo de menos cuando se iba de viaje. Nunca sintió nada, pero sabía que si se iba, no volvería a conocer a nadie como él.

El teléfono suena, por quinta vez. No quiere cogerlo, necesita tranquilidad, pero no pensar demasiado. Tiene demasiadas ganas de verla, de besarla, de acariciarla… Son las tres de la tarde y todavía no ha ido a comer. No tiene hambre, hace 24 horas que el apetito se ha esfumado. Solo hacían falta más te quieros, menos malas palabras, más sonrisas, menos lagrimas. Puede que ella tenga razón, es un hijo de puta. Un hijo de puta enamorado.

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